Vida real vs. online: el valor de la imperfección humana



Si la propia naturaleza de internet y los medios digitales ya resultaba absorbente para la vida actual, la pandemia exacerbó esa situación al límite. Trabajar a distancia, pedir comida con una aplicación, ver películas por streaming, hablar con los amigos y asistir a clases por videollamada… Todos sabemos que la lista sigue casi hasta el infinito. Para cada actividad que acostumbrábamos hacer en persona, parece haber un símil digital que no solo puede prescindir de nuestra presencia; muchas veces prescinde también de nuestras decisiones. 

Catalina Guzmán, magíster en Comunicación y Globalización de la Universidad de Hamburgo, se ha dedicado a abordar este fenómeno a fondo, desde que fundó la escuela filosófica Pensar en Red. Según su perspectiva, lo primero es asumir las diferencias que nos presenta la vida en internet.








“La vida real es lineal y depende de las capacidades y límites humanos, mientras que la vida en internet es digital y depende de los límites de la técnica o tecnología. Cuando habitamos el espacio físico, compartimos cara a cara y trabajamos en una oficina o estudiamos en la sala de clase, todo lo que sucede está mediado por nuestra capacidad humana. Sólo podemos ocupar un espacio a la vez, mirar a una persona a los ojos y reunirnos con un número limitado de personas”.



“La potencialidad de hacer todo eso en internet maximiza las posibilidades, podemos estar en muchas partes al mismo tiempo y hablar con miles de personas simultáneamente. Esto tiene un aspecto maravilloso, pero la ubicuidad, la inmediatez y la simultaneidad no van acorde a las capacidades humanas, son características propias de la técnica que justamente buscan amplificar el poder humano”.


“Esto implica un cierto grado de despersonalización porque la cantidad de información involucrada no puede ser procesada a escala humana, y el no contar con la plenitud de la presencia distorsiona la experiencia de moverse y pensar, y puede terminar por alienar a las personas. Por eso hoy hablamos de humanizar la tecnología, aprovechar sus beneficios pero no esperar de ella una solución a fenómenos propiamente humanos”.

Una de las herramientas clave dentro de la vida en internet son los algoritmos u operaciones matemáticas que realizan los softwares para ofrecernos algo que ver, escuchar o comprar.

“Hay que ser cautelosos al analizar el fenómeno de los algoritmos y recomendaciones en línea. Sin duda ofrecen una sistematización perfecta en base a un cálculo o fórmula obtenida de toda la información que entregamos al sistema digital. Esto implica que su funcionamiento es muy eficiente, por eso se habla de la optimización de la experiencia de navegación. Sin embargo, en la vida real surgen dudas sobre este modelo de experimentación y aprendizaje, ya que la búsqueda humana es más falible y por lo tanto también nos da la oportunidad de buscar aquello que no queríamos o no sabíamos que queríamos”.


“Estas 'imperfecciones' de la búsqueda o exploración humana sin las ventajas de herramientas técnicas también pueden dar lugar a sorpresas, descubrimientos fuera de lo que estaba programado, etc. De esta manera el algoritmo puede operar coartando nuestra libertad, particularmente porque la alfabetización digital hoy está puesta en el manejo de herramientas técnicas, pero no en el entendimiento de sus lógicas, por lo que es fácil caer presa de los modelos.”


Así como están los algoritmos, el prehistórico boca a boca también encuentra su lugar en internet. Así es como aparecen referentes que las personas se recomiendan, los cuales muchas veces nos acercan a conocimientos que no estaríamos dispuestos a recibir de otra manera. Un ejemplo de eso son youtubers dedicados a profundizar en la música, como ShaunTrak, El Chombo y Lewis Shawcross.


 “Este tipo de personajes representan una de las grandes ventajas de internet y la llamada democratización de la información, desde la experiencia de enseñanza-aprendizaje autónoma mediada por pantallas. Una especie de educación ‘extra-curricular’ en la que cada persona escoge escuchar o ver a algunos de estos expertos, según sus propios intereses, así como cada youtuber elige hablar o exponer sobre ciertos temas que ellos conocen”.
“Esto ocurre fuera de los criterios clásicos de autoridad, no importa si el youtuber es maestro o músico o profesional experto; lo valida su producto y la llegada a las audiencias. La gracia aquí es que funciona realmente el fenómeno de construir comunidades de intereses en la red. En este caso los youtubers pueden profundizar en artistas o canciones y realizar un análisis informado enriquecido con sus propios estilos y comentarios.”




“Estos contenidos se ajustan a los intereses de la audiencia, la cual, al seguirlos, se vuelve parte de una comunidad lo que maximiza el vínculo, con la temática de fondo y con el youtuber que emite. Es un tremendo aporte a la riqueza cultural, podríamos incluso hablar de una nueva versión del rol del relato oral en las sociedades, una tradición oral 2.0, ya que transmite expresiones culturales de generación en generación con el propósito de difundir conocimientos y experiencias”.