TRANSPORTE URBANO: El desafío de fluir
en la ciudad

Como si fuera una red de ríos del sur o el sistema circulatorio de un organismo, el ideal del transporte urbano es apuntar a ser como el agua o la sangre. La comparación con ambos elementos no se limita a la fluidez; también incluye el sentido de necesidad vital. Porque, para la vida de la ciudad y sus habitantes, trasladarse de la forma más eficiente posible es esencial.





Juan Carlos Muñoz, Profesor de Ingeniería de Transportes en la Universidad Católica, así lo explica: “Cuando pensamos en evitar los largos desplazamientos en la ciudad tendemos a pensar en que los modos de transporte puedan vencer esas distancias más rápido”. Por eso crecen las redes de trenes subterráneos, se da cada vez más espacio a las ciclovías, se dejan de construir rotondas y se opta por pasos bajo nivel. Todo lo que nos ayude a fluir por metrópolis cada vez más grandes y con más residentes y visitantes, es bienvenido.








Y si lo relevante del transporte urbano es siempre evidente, la pandemia del coronavirus lo hizo aún más. La crisis sanitaria global cambió muchos hábitos que seguramente incorporaremos a nuestras vidas más allá de la situación actual. El lavado de manos, el cuidado con la higiene de todo tipo de utensilios y otras conductas similares deberían seguir cultivándose. Lo mismo tiene que pasar con la reflexión en torno a planes y medios de transporte que no solo apunten a mejorar los recorridos, sino también al fomento del uso de energías limpias, de horarios diferenciados para evitar aglomeraciones  y del teletrabajo.










Tanto en Pekín como en Santiago bajaron los índices de contaminación ambiental cuando empezaron a implementarse las medidas de confinamiento. ¿No es una invitación abierta a considerar más seriamente la masificación de vehículos eléctricos? ¿O, mejor aún, a repensar cómo están estructuradas las actividades de la ciudad para que las distancias de viaje sean mucho más cortas y con eso conseguir que los modos no motorizados de transporte ganen atractivo?





Ya hay países en Asia y Europa que planifican terminar con los autos a combustión en 2030 o 2035, mientras París propone reorganizarse para que la gran mayoría de los viajes por sus distintas vías puedan realizarse en menos de 15 minutos.


“Yo invertiría en un gran plan de incentivos para la reorganización de las actividades en la ciudad. Incentivos que permitan al mismo tiempo hacerlas más eficientes, más sustentables y más equitativas...  De esa manera los sistemas de transporte que ya tenemos podrían volverse suficientes para servir los nuevos viajes”, dice Juan Carlos.






El transporte urbano no es sólo un sistema que permite vencer las distancias; es un espacio que afecta la salud física y mental, como también la seguridad y la cultura: elementos clave para elevar la calidad de vida. “Es especialmente relevante apuntar a que los lugares de tránsito lo sean también de encuentro”, concluye. De encuentro con uno mismo, con la ciudad y sus ciudadanos.

Entender esta realidad en toda su dimensión es el comienzo del camino para superar el desafío de fluir por la ciudad, en todas las formas posibles, que idealmente incluyan la caminata en algún momento del trayecto.