Henry Bauer: Iniciativas ciudadanas

Arquitecto que hace unos años levantó junto con otros alumnos de la Universidad de Chile el proyecto Pasarelas Verdes, Henry Bauer es un hombre que por muy bien que pueda expresarse con las palabras, prefiere la contundencia de las acciones. Desde aquel hito urbano colaborativo que recuperó un espacio abandonado de Santiago (las pasarelas de la remodelación San Borja) no ha dejado de demostrarlo.




Hoy se desempeña como gestor de innovación ciudadana y a través de cada proyecto en el que participa, busca captar el apoyo de otros de manera espontánea, cautivando con propuestas de recuperación de lugares e involucramiento de la comunidad. Conversamos con él para que nos cuente desde su experiencia acerca del poder ciudadano y cómo las ideas para cambiar asuntos de materia pública se transforman en realidad.









Creo que el proceso de toma de conciencia del poder que tiene cada persona es un proceso constante. No creo en los “momentos de inspiración”. No se trata de que se me activó un interruptor de encendido ¡y listo! Ahora soy consciente y empoderado. Todo lo contrario, es un proceso paulatino -y a veces errático- de dejar atrás las “ideas teóricas” o las “opiniones” sobre lo que debería ser, y empezar a diseñar acciones o ideas concretas. Por sobre todo acciones que se fundamenten en el trabajo colaborativo para incorporar las ideas de otras personas y enriquecer el resultado.




Lo importante es darse cuenta de que ser ciudadano no es algo individual sino colectivo, y que el trabajo colaborativo permite más puntos de vista, mayor legitimidad y mejores resultados.


Para mí, la ciudadanía es inseparable de la urbe. Cada persona se relaciona con un lugar, un paisaje, un barrio o un edificio, y el poder ciudadano se expresa en esa relación transformadora del espacio donde se vive, camina, trabaja, estudia, juega y demás. Desde quienes crean jardines en la vereda frente a sus casas en barrios de bajos recursos, hasta el proceso ciudadano de rescate y transformación del High-Line en Nueva York, pasando por la impresionante transformación y resignificación del espacio público producto de las manifestaciones ciudadanas en Chile.





Nunca me detengo a tratar de convencer a nadie con palabras, los hechos hablan por sí solos. Si una idea se transforma en acción y esa acción logra que otras personas se hagan parte del proceso -no solo para darle like- significa que la idea era buena.  Las ideas se deben ejecutar, aunque sea como piloto, y transformarlas en experiencias colectivas, es la mejor forma de ponerlas a prueba y tener evidencia de su impacto. Es más lento y requiere más trabajo pero, para mí, es la única forma en que tiene sentido real.











Es muy común que las personas no logren imaginarse cosas que no han visto, por eso lo primordial es trabajar para que las cosas ocurran, que las ideas se pongan a prueba, que puedan ver ejemplos funcionando y demostrar con los hechos que existen caminos más colaborativos e inspiradores de lograr el bien común.







Es ridículo que nuestro rol político -o ciudadano, que es lo mismo- sea a votar por 7 personas cada 4 años. La nueva Constitución es la oportunidad para que el bien público sea fruto del trabajo colectivo. Ahora bien, esto no significa que está todo resuelto y que algún día tocaremos techo como sociedad y podremos sentarnos a disfrutar de las maravillas de la democracia participativa. Por el contrario, toda forma de poder -aunque sea pequeña e inclusiva- corre el peligro de cometer abusos, por eso la ciudadanía siempre jugará un rol fundamental en la vigilancia del poder, la legitimación de las políticas y la generación de nuevas propuestas. La nueva Constitución debe desplegar la democracia, crear más y mejores formas de involucramiento de las personas en las decisiones políticas a muchas escalas: barrio, comuna, provincia, región, macrozona  y país.