PABLO CHRISTINY: Crecer con acceso a internet



Periodista y guionista, master en Producción y Medios Infantiles de la Universidad de Salford, Pablo Christiny escogió hace muchos años ligar su carrera a las necesidades comunicativas y educativas de los niños del Siglo XXI. Por eso creó y dirige Fundación Nativo Digital, que desde 2015 centra su atención en los niños que inspiran su nombre. Hablamos con él para que nos cuente acerca de qué significa realmente haber nacido en plena época digital, la importancia de saber cómo usar mejor las tecnologías y por qué el acceso a internet debería ser reconocido como un derecho humano.








“La definición de ‘nativos digitales’ ha pasado por varias evoluciones, desde que el estadounidense Mark Prensky acuñó el término por 2001. Entre los consensos, sabemos que son una generación que nació cuando las tecnologías móviles y el desarrollo de la conexión inalámbrica estaban ya en auge. Esto hace que sean usuarios acostumbrados a consumir lo que quieran, cuando quieran y donde quieran”.





“Hace algunos años se decía que esta era una generación multi-tasking, que eran sujetos hiper-conectados, pero lo que se ha demostrado es que son multi-screens, ya que pueden tener distintas pantallas encendidas, pero no pueden hacer tareas activas en paralelo. Por ejemplo, pueden ver televisión -acción pasiva- y chatear en el teléfono -acción activa o interactiva-. Lo que entendemos hoy es que son niños y niñas que están enfrentando una sobre estimulación digital, en la que están expuestos a contenidos audiovisuales permanentemente y pocas veces tienen el suficiente criterio para auto-limitar esos tiempos de exposición. Además de los efectos que esto tiene en el proceso de desarrollo durante la infancia, en el espacio virtual enfrentan riesgos que no esperan, como sexting, grooming, ciberacoso y muchos otros, que pueden tener consecuencias complejas para su salud mental y bienestar”.







“El acceso a internet debería ser un reconocido como un derecho humano, porque los derechos garantizados tienen por objetivo que la humanidad pueda coexistir con las condiciones mínimas para su desarrollo”.



“Hoy nadie discute que el agua y la electricidad son esenciales para que las personas vivan, pero la posibilidad de acceder a una conexión a internet, por primera vez en este siglo, se ha entendido como una necesidad básica para vivir en comunidad. Y esto tiene que ver con dos situaciones: primero, la conectividad permite que las personas se comuniquen, socialicen y desarrollen acciones económicas, productivas, culturales, etc., a través de plataformas y herramientas digitales, por lo que para el desarrollo social, hoy es necesario estar conectados. Y por otro lado, hay un proceso tecnológico productivo, en el que gran parte de las labores que hasta el siglo pasado hacíamos de forma análoga, hoy están digitalizadas”.









“En el año 2020, Fundación Nativo Digital publicó el estudio ‘Barómetro del Bienestar Digital’. Una de las conclusiones es que las brechas de acceso y conectividad han disminuido en Chile en las últimas 2 décadas, pero lamentablemente hay territorios urbanos y rurales considerados ‘zonas rojas’, pues no tienen conexión a internet, debido a que el modelo subsidiario del Estado provoca que cuando para las empresas de tecnología no es rentable ‘iluminar’ una zona, simplemente la dejan sin conexión”.



“Las principales acciones que los usuarios realizan con las tecnologías digitales están asociadas a lo recreativo, el ocio y la comunicación, y ese tipo de experiencias no generan procesos significativos de desarrollo cerebral o cognitivo. Pero si observamos lo que sucede cuando los niños y niñas interactúan con la tecnología para acciones funcionales o productivas, como estudiar, leer, trabajar, lo que vemos es que la tecnología sí es una herramienta que puede favorecer experiencias significativas de aprendizaje. En la práctica, lo que importa es para qué nos conectamos”.











“Lo más relevante es que nos preparemos, nos eduquemos y aprendamos a conocer el ecosistema digital, cómo funciona, para qué quiere mis datos, cómo usa mis datos, por qué quiere que esté tan conectado y comparta tanta información. En la medida que somos capaces de responder esas preguntas, somos usuarios más competentes y podremos discriminar para qué usamos las tecnologías, y en ese escenario sabremos definir el tiempo que es adecuado para las exposiciones de ocio, y cuánto es positivo para las acciones funcionales como estudiar o trabajar a través de dispositivos digitales”.