EL BUCKET HAT:
DE LAS GRANJAS IRLANDESAS AL STREETWEAR

Probablemente el modelo de gorro más antiguo de todos, el bucket hat parece tener la categoría de invencible: por su diseño versátil, hay uno para cada estilo, al punto de haberse vuelto un accesorio básico, con prácticamente todas las marcas teniendo su propia versión. Pero ¿de dónde salió, realmente, el bucket? Aquí te contamos un poco su historia, una que nació por los trabajos bajo climas áridos y hostiles que desempeñaban las clases obreras irlandesas, y que le fue ganando terreno a la cultura pop gracias a la televisión, distintos movimientos urbanos, y los catálogos de moda más cuidadosamente seleccionados.





Stephen Jones, un respetado diseñador de sombreros, que hizo una serie de buckets para Dior, aseguró al medio británico The Guardian, que el bucket podría ser uno de los gorros más antiguos de la historia. En sus palabras: “si te pones a mirar los sombreros que usaba la gente en el siglo XIV, estos son, esencialmente, buckets. Llevas algo sobre la cabeza que protege tu pelo, te ayuda a soportar los vientos y resguarda tu rostro”.


 
Y como los diseños no aparecen de la noche a la mañana, claro que el bucket tuvo a sus predecesores inmediatos. Lo más probable, según Jones, es que sean una variación del antiguo sou’wester. ¿No te suena? No te preocupes. Es ese gorro de las películas de época, que llevan los marineros en alta mar. Hechos casi siempre de goma, para que se mantuviesen impermeables, y con un ala trasera larga para proteger los cuellos del frío y la lluvia. Destacaban, también, por llevar un regulador en el cuello, para mantenerlo firme sobre la cabeza durante las ventoleras en altamar.
Inspirado en este diseño, el bucket comenzó a producirse de manera masiva en Irlanda durante inicios del siglo XX. Era un gorro que, como el sou’wester, era llevado por pescadores; a quienes pronto se les sumaron los granjeros. Lo usaban, en general, las clases obreras y quienes trabajaban a la intemperie. Era un gorro útil, porque protegía del viento y del frío, con la comodidad de un ala en 360°, que cuidaba el radio de la cabeza completa.



Ahora es cuando vale hacerse la pregunta, ¿cómo es que un gorro así: funcional, práctico y antiguo ahora forma parte de las colecciones de tantas marcas de moda? Acá viene la sorpresa: el bucket no solo era útil, sino también increíblemente cómodo. Como era un sombrero sin visera ni partes duras, llamó rápidamente la atención por su versatilidad. Si, por ejemplo, un granjero lo llevaba durante la mañana, y el día comenzaba a mostrar una mejor cara, para él sería tan sencillo como quitárselo de la cabeza, doblarlo un poco y echárselo al bolsillo. Un gorro que pudieses llevar en la chaqueta parecía algo, sencillamente, revolucionario. Además, como se deformaba, podías lavarlo sin la necesidad de cuidados especiales.


Para la década del ‘40, ya era parte de uniformes de guerra, por ser livianos y proteger del sol. Fueron, de hecho, parte importante de la vestimenta de los soldados estadounidenses durante la guerra de Vietnam. El bucket estaba ocupando un lugar tan importante en el imaginario popular, que se demoró más bien poco en llegar a la televisión. El teniente Henry Blake, de la famosa serie M*A*S*H*, llevaba uno consigo en cada una de sus apariciones.



Y una vez que algo llega a la tele, parece adquirir una fuerza imparable. Cuando M*A*S*H* mostró las imágenes de ese gorrito de pescador, con señuelos colgando a su alrededor, la popularidad del bucket siguió ganando terreno. Comenzaron a aparecer en Gilligan’s Island, una sitcom sobre los ‘60 sobre un grupo de náufragos y, muy pronto, con la llegada de los ‘70, aterrizaron en el Bronx.
Esa época fue crucial para la moda y la calle. Los b-boys y b-girls se hacían famosos con sus pasos, sus zapatillas y su estilo; y durante esa misma construcción de la identidad rapera, fue que los buckets se reprodujeron en el barrio.



Para Eric Arnold, un historiador del hip hop que ha hecho una serie de exhibiciones en museos, y ha dibujado una línea prácticamente perfecta para contar la historia del movimiento, los buckets se convirtieron rápidamente en una declaración de principios: «una forma de identificarte a ti mismo como un practicante de la cultura o un devoto del hip-hop». No es coincidencia que, en esa época, raperos como LL Cool J o Run DMC llevaran el clásico bucket Kangol.



Los raperos lo veían como una especie de provocación. Era un gorro que había sido usado por militares y obreros europeos, y de pronto, un montón de muchachos de barrio construían una comunidad y un movimiento alrededor de ellos. Querían, de cierta manera, romper ese orden de cosas. Acaso una intención más o menos parecida a cuando comenzaron a usar marcas como Polo o Gucci. O a lo que se vio en la primera década de los 2000 con marcas como Lacoste.
El hip hop avanzaba a la velocidad del rayo, y para la década de los ‘80, Kangol ya se había instalado como una de las marcas más importantes en la industria de los buckets. Muy pronto llegaron, también, los modelos de Stüssy, usados con orgullo por los Beastie Boys. La diversificación de los buckets y sus detalles ayudaban a ampliar ese rango de alcance del sombrero que, tiempo atrás, había sido usado por los granjeros.
Y como la moda es cíclica –o al menos eso presumen algunos–, el bucket no tenía más opción que volver al Reino Unido. Para principios de los ‘90, muchas marcas que se habían subido al barco del bucket, llegaron a decorar las cabezas de la escena del rave en UK. Reni, el baterista de los Stone Roses, fue una de sus figuras más potentes. Usados con unos bototos embarrados y polerones coloridos, volvieron al lugar donde fueron creados para volver a marcar una época.
Desde entonces, el avance de los buckets no para. En Chile, de seguro muchos recordamos haber comprado nuestro primer bucket en la feria o en la calle. No llegaban marcas como Carhartt o Stüssy, que el día de hoy, con estilo y elegancia, dominan el mercado. Esto, sin ignorar que prácticamente todas las marcas tienen sus propias versiones. Tal vez nosotros no estuviésemos abocados a la pesca o a las granjas. En muchos lugares ni siquiera llovía ni pegaba tanto el sol, pero de algo estábamos seguros: un bucket quedaba bien en cualquier cabeza. Y así sigue siendo.








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