STREAMING: EL MÁXIMO DESAFÍO DEL CINE

El cine y la televisión son medios que han coexistido por ya casi un siglo. Si bien es cierto que, a lo largo de los años, la TV ha ido acaparando espacios que eran exclusivamente del cine, hasta antes de la explosión del streaming se había registrado un cierto equilibrio que duró décadas. Porque ni siquiera la televisión por cable sumada a YouTube capturaron al público cinéfilo como lo han logrado Netflix y el resto de las plataformas que han venido multiplicándose después de su aparición. Lo que nos lleva a la pregunta fundamental: ¿qué hace que una película nos mueva a ir a verla al cine?






Es tan evidente la fuga de público desde las salas de cine hacia los servicios de video por streaming,  que ya han empezado a presentarse conflictos al respecto. Este año Scarlett Johansson se enfrentó con Disney por haber estrenado simultáneamente “Black Widow” en los cines y en Disney+. Johansson presentó una demanda porque, como protagonista de la película, recibía una comisión por la venta de entradas, la que se vio mermada por la opción del streaming. Finalmente, todo se resolvió a puertas cerradas -como suele ocurrir en Hollywood- y nunca sabremos con certeza qué monto habría estado perdiendo la actriz a manos de Disney+.




Tampoco se han publicado estudios serios sobre el impacto de los estrenos cinematográficos en simultáneo con alguna plataforma de streaming. Pero, aún sin los datos duros en la mano, el fenómeno es claro. Tan claro, que el director de “Dune”, una de las superproducciones de ciencia ficción más esperadas de los últimos años (y décadas, si le preguntan a los más fanáticos), hizo un llamado explícito, sin lugar para las sutilezas, en todas las entrevistas que pudo. “La película fue hecha, diseñada, soñada para ser vista en pantalla grande”, dijo Denis Villeneuve, con un énfasis que solo la masificación del streaming pudo haber motivado.




Nunca antes en la historia del séptimo arte había sido tan necesario incentivar la “experiencia del cine”. Algo que, por ejemplo, no pasa con la música. Spotify y otras plataformas similares no han hecho que dejen de venderse entradas para los conciertos. Ni que alguna banda anuncie que su álbum fue “hecho, diseñado y soñado” para ser escuchado en tal o cual sistema de sonido.

Pero el cine es diferente. Tiene su propia naturaleza. Cuando recién apareció, era la novedad. Cuando se masificó, además de novedoso, era el único medio para acceder a entretención y noticias en formato audiovisual (con mucho retraso, si eran noticias internacionales). Y cuando la televisión tomó su lugar como principal medio audiovisual de entretención y noticias, se consolidó como arte. Y, como arte, lo que se valora de él es la experiencia que involucra o propicia.


Mientras la televisión se enfocó en capturar la atención diaria con programación de bajo presupuesto y transmisiones en vivo, la cinematografía produjo todas las grandes películas y documentales que, junto con llenar las salas en todo el mundo, le dieron un sentido a la distinción entre la “pantalla grande” y la “pantalla chica”.


La televisión acompañaba, al punto que muchos tenían televisores pequeñitos, en blanco y negro, en la cocina. El cine era otra cosa.

Entre 1992 y 1998 se emitió en la televisión abierta de Chile “Cine en su casa”, un programa que llevaba grandes éxitos de la pantalla grande a la chica. Grandes éxitos que la mayoría de las veces habían estado en los cines hace 10 o 20 años, pero que mucha gente no había tenido la oportunidad de ver. Era un programa especial, para el que las familias se preparaban. Porque, claro, el cine era otra cosa...


¿Era o es? Esa es la pregunta que plantean los cambios en los hábitos de consumo de producciones audiovisuales que podemos observar en los últimos años. Mientras no haya cifras confiables que lo confirmen, solo podemos fijarnos en algunas señales.

El creciente número de plataformas de video por streaming es la señal más clara. Netflix abrió un camino y marcó un precedente con una trayectoria que ya se acerca a los 15 años. Amazon Prime Video, HBO Max y todos los demás se sumaron cuando ya estaba demostrado que un servicio pagado de calidad para ver series y películas podía competir con las páginas piratas en internet. El problema, en el caso de las películas, es que los cines también se vieron afectados por la arrolladora masificación del streaming. Y todos en la industria, partiendo por los realizadores, lo están notando.




Para nosotros, los consumidores de películas, la realidad es cómoda. Poder disfrutar de la experiencia del cine desde nuestros hogares (entendiendo que la calidad de la imagen y sonido no es la misma), era impensado hasta hace no tanto. El cine on-demand, que nos permite elegir lo que queremos ver y cuándo lo queremos, fue una buena idea. Lo es aún. Y lo seguirá siendo, porque de aquí en adelante, continuará evolucionando, ofreciendo no solo un mayor catálogo, sino nuevas características.